Empezar por el principio. Con todos ustedes: Lord Lasombra
Ladies and gentlemen.
Detesto tener que recurrir a una expresión tan utilizada y tan vista como la que voy a redactar a continuación, niños y niñas, pero considero que en este caso es más que necesaria si vosotros y yo vamos a tener que convivir, aún virtualmente, en este ambiente de blog durante sólo Dios y quien le escribe los guiones sabe cuanto tiempo. Así pues, y mal que me sepa tener que ser tan vulgar... Supongo que debo presentarme.
Bueno, ya está dicho, luego creo que puedo pasar al grueso de este documento, esto es, una noción básica de la otra mitad de los creadores del blog, si bien en mi caso tiré más al apartado teórico puesto que mi acceso a Internet es limitado, tanto como que no tengo ninguno propio.
El autor de algunos de los artículos que aparecerán en este blog, concretamente aquellos que vayan firmados con el pseudónimo que cierra esta presentación, decía, este personaje nació en Septiembre (Virgo de pura cepa) del último año de la década de los setenta, con lo que se perdió toda la moda de música disco, los pantalones de campana y el peinado a lo afro, gracias a Dios. Su infancia transcurrió de manera anormal, porque estamos hablando de una época en la que los padres aun se preocupaban de sus hijos, los profesores tenían autoridad sobre el alumnado y en la televisión ponían programas infantiles en horario de tarde. Soy de los pocos varones de este mundo que todavía recuerda Barrio Sésamo, El Kiosco, los dibujos animados de Hannah Barbera y los primeros programas de Megatrix, así que puedo considerarme poco menos que una leyenda urbana.
Todo ello incurrió en hacerle crecer en un ambiente familiar ya desaparecido en nuestra ciudad, y la tendencia a las hombreras, los colores chillones y los peinados estrafalarios propias de los ochenta tampoco se cebó en él. Ni siquiera la música, porque la palabra “Mecano” era sinónimo de un trío que hacía las canciones que sonaban en la radio cuando la ponía en marcha, y poco más. Yo pecador.
Han pasado veinticinco años, a fecha de hoy, desde que vine al mundo, y después de un somero balance puedo decir que estoy bastante orgulloso de lo que soy, es decir: Una persona con un mínimo de cultura y de inteligencia que, dadas las circunstancias sociales, me sitúa a un nivel casi de divinidad humana (todavía no he perdido la bella costumbre de leer, y soy capaz de escribir algo más que mi nombre y una fecha en una esquina del w.c.) que no está de acuerdo con nada y que pone absolutamente todo en tela de juicio. Prefiero pensar y después actuar, en lugar de actuar y después arrepentirme. Considero inaceptable cualquier comportamiento que no esté basado en la razón y la lógica, y eso me limita en cierta medida: soy demasiado racional, demasiado lógico, y analizo completamente todo cuanto me rodea, incluso las emociones. Alguna vez se me ha comparado con una estatua del parque por mi capacidad limitada de sentir emociones humanas, pero lo encuentro irrelevante. A las buenas educado, formal, cortés, correcto, dialogante y caballeroso, a las malas orgulloso, ácido, cáustico, radical, sincero, frío y calculador, no tolero errores ni propios ni ajenos, y estoy dispuesto a perdonar la maldad, pero nunca la estupidez. Eso me ha vuelto suspicaz, susceptible, arrogante y altanero (una brevísima explicación del por qué de mi pseudónimo, pero no dudo que habrá quien sepa realmente qué significa), pero a fin de cuentas no se abrió este blog para hacer amigos, sino para hacernos con la responsabilidad de expresar en voz alta una serie de pensamientos que espero haya mucha gente que comparta.
Vivimos, considero, en un planeta que no era absurdo de por sí sino hasta hace unos años. Creo que se trata de un cambio progresivo, que comenzó tras la “Era de Acuario” y ha llegado hasta nuestros días por pura dejadez y parsimonia ciudadana. Hoy, Sevilla, la gran ciudad que fue puerta de las Américas y cuna de grandes hombres y mujeres es un lugar casi post-apocalíptico: Manadas de simios vestidos de chándal Nike color blanco con gorras hincadas y más argollas que una libreta campan a sus anchas, merodeando como carroñeros amparados bajo la permisividad de la ley del menor; la lectura es casi tan infrecuente como la fidelidad de pareja; locales de ocio restringen la entrada a los clientes arbitrariamente en una ciudad donde el derecho de admisión no está completamente reconocido a ese respecto, mientras otros clubes exigen treinta euros y la fe de bautismo para entrar, amparados legalmente por sus propias mafias de empresarios y gente de dinero que inducen a las autoridades a mirar para otro lado, y los pobres tontos y tontas a quienes se niega la entrada no solamente no hacen nada al respecto, sino que a la semana siguiente vuelven a ir al mismo sitio porque les va el rollo sadomasoquista; la televisión nos educa y entretiene con basura fácil de digerir; nuestros famosos y famosas hacen gala de su glamour insultándose en voz alta en platós de televisión y a ver quien grita más fuerte que ese gana; freaks de diversa índole se convierten en estrellas mediáticas y jovencitas poco agraciadas vuelven a saborear las mieles de la humillación y el fracaso cuando de nuevo se les excluye en los castings de “Operación Triunfo” (todavía no han aprendido que, por muy bien que cantes, si no enseñas algo más que el tanga no podrás triunfar en ese mundillo) y no solamente lo admiten sino que se niegan a creer (a ver) que esto es un negocio; un melenas que no sabe siquiera abrir la boca sin que parezca que habla en navajo se lleva de calle todas las listas de éxitos y superventas con una canción absurda y fácil de bailar sólo porque gira más rápido que el demonio de Tasmania; la formula de “Gran Hermano” ha servido para hacer programas tan genéricos e iguales que parecen de marca “Hacendado”, y como efecto secundario nace el adicto a esos programuchos, ese fantoche idiota que se gasta el saldo en enviar sms’s a los teléfonos de turno para votar por alguien que no le debe nada y a quien no conocerá en su puñetera vida; y si tuviera más tiempo hablaría del spam, de las tribus urbanas de Sevilla, de la generación perdida, de Ana Obregón, de la Feria y la Semana Santa, del deporte, del fútbol, del Papa y la Iglesia...
Pero no dispongo de tanto tiempo ni de tanto espacio, al menos por ahora. Y por ser la primera vez, y una mera presentación, creo que vamos todos más que servidos. Así pues, niños y niñas, y con todo esto por delante, solamente me queda despedirme, desearme suerte a mí mismo, encantado de haber sido leído por quien fuere (sin discriminaciones y con mucho cariño, que conste) y simplemente acabar de una maldita vez, cerrando con una pregunta que se queda en el aire:
Visto lo visto, niños y niñas, ¿Existe alguna duda de que el hombre desciende del mono?
Detesto tener que recurrir a una expresión tan utilizada y tan vista como la que voy a redactar a continuación, niños y niñas, pero considero que en este caso es más que necesaria si vosotros y yo vamos a tener que convivir, aún virtualmente, en este ambiente de blog durante sólo Dios y quien le escribe los guiones sabe cuanto tiempo. Así pues, y mal que me sepa tener que ser tan vulgar... Supongo que debo presentarme.
Bueno, ya está dicho, luego creo que puedo pasar al grueso de este documento, esto es, una noción básica de la otra mitad de los creadores del blog, si bien en mi caso tiré más al apartado teórico puesto que mi acceso a Internet es limitado, tanto como que no tengo ninguno propio.
El autor de algunos de los artículos que aparecerán en este blog, concretamente aquellos que vayan firmados con el pseudónimo que cierra esta presentación, decía, este personaje nació en Septiembre (Virgo de pura cepa) del último año de la década de los setenta, con lo que se perdió toda la moda de música disco, los pantalones de campana y el peinado a lo afro, gracias a Dios. Su infancia transcurrió de manera anormal, porque estamos hablando de una época en la que los padres aun se preocupaban de sus hijos, los profesores tenían autoridad sobre el alumnado y en la televisión ponían programas infantiles en horario de tarde. Soy de los pocos varones de este mundo que todavía recuerda Barrio Sésamo, El Kiosco, los dibujos animados de Hannah Barbera y los primeros programas de Megatrix, así que puedo considerarme poco menos que una leyenda urbana.
Todo ello incurrió en hacerle crecer en un ambiente familiar ya desaparecido en nuestra ciudad, y la tendencia a las hombreras, los colores chillones y los peinados estrafalarios propias de los ochenta tampoco se cebó en él. Ni siquiera la música, porque la palabra “Mecano” era sinónimo de un trío que hacía las canciones que sonaban en la radio cuando la ponía en marcha, y poco más. Yo pecador.
Han pasado veinticinco años, a fecha de hoy, desde que vine al mundo, y después de un somero balance puedo decir que estoy bastante orgulloso de lo que soy, es decir: Una persona con un mínimo de cultura y de inteligencia que, dadas las circunstancias sociales, me sitúa a un nivel casi de divinidad humana (todavía no he perdido la bella costumbre de leer, y soy capaz de escribir algo más que mi nombre y una fecha en una esquina del w.c.) que no está de acuerdo con nada y que pone absolutamente todo en tela de juicio. Prefiero pensar y después actuar, en lugar de actuar y después arrepentirme. Considero inaceptable cualquier comportamiento que no esté basado en la razón y la lógica, y eso me limita en cierta medida: soy demasiado racional, demasiado lógico, y analizo completamente todo cuanto me rodea, incluso las emociones. Alguna vez se me ha comparado con una estatua del parque por mi capacidad limitada de sentir emociones humanas, pero lo encuentro irrelevante. A las buenas educado, formal, cortés, correcto, dialogante y caballeroso, a las malas orgulloso, ácido, cáustico, radical, sincero, frío y calculador, no tolero errores ni propios ni ajenos, y estoy dispuesto a perdonar la maldad, pero nunca la estupidez. Eso me ha vuelto suspicaz, susceptible, arrogante y altanero (una brevísima explicación del por qué de mi pseudónimo, pero no dudo que habrá quien sepa realmente qué significa), pero a fin de cuentas no se abrió este blog para hacer amigos, sino para hacernos con la responsabilidad de expresar en voz alta una serie de pensamientos que espero haya mucha gente que comparta.
Vivimos, considero, en un planeta que no era absurdo de por sí sino hasta hace unos años. Creo que se trata de un cambio progresivo, que comenzó tras la “Era de Acuario” y ha llegado hasta nuestros días por pura dejadez y parsimonia ciudadana. Hoy, Sevilla, la gran ciudad que fue puerta de las Américas y cuna de grandes hombres y mujeres es un lugar casi post-apocalíptico: Manadas de simios vestidos de chándal Nike color blanco con gorras hincadas y más argollas que una libreta campan a sus anchas, merodeando como carroñeros amparados bajo la permisividad de la ley del menor; la lectura es casi tan infrecuente como la fidelidad de pareja; locales de ocio restringen la entrada a los clientes arbitrariamente en una ciudad donde el derecho de admisión no está completamente reconocido a ese respecto, mientras otros clubes exigen treinta euros y la fe de bautismo para entrar, amparados legalmente por sus propias mafias de empresarios y gente de dinero que inducen a las autoridades a mirar para otro lado, y los pobres tontos y tontas a quienes se niega la entrada no solamente no hacen nada al respecto, sino que a la semana siguiente vuelven a ir al mismo sitio porque les va el rollo sadomasoquista; la televisión nos educa y entretiene con basura fácil de digerir; nuestros famosos y famosas hacen gala de su glamour insultándose en voz alta en platós de televisión y a ver quien grita más fuerte que ese gana; freaks de diversa índole se convierten en estrellas mediáticas y jovencitas poco agraciadas vuelven a saborear las mieles de la humillación y el fracaso cuando de nuevo se les excluye en los castings de “Operación Triunfo” (todavía no han aprendido que, por muy bien que cantes, si no enseñas algo más que el tanga no podrás triunfar en ese mundillo) y no solamente lo admiten sino que se niegan a creer (a ver) que esto es un negocio; un melenas que no sabe siquiera abrir la boca sin que parezca que habla en navajo se lleva de calle todas las listas de éxitos y superventas con una canción absurda y fácil de bailar sólo porque gira más rápido que el demonio de Tasmania; la formula de “Gran Hermano” ha servido para hacer programas tan genéricos e iguales que parecen de marca “Hacendado”, y como efecto secundario nace el adicto a esos programuchos, ese fantoche idiota que se gasta el saldo en enviar sms’s a los teléfonos de turno para votar por alguien que no le debe nada y a quien no conocerá en su puñetera vida; y si tuviera más tiempo hablaría del spam, de las tribus urbanas de Sevilla, de la generación perdida, de Ana Obregón, de la Feria y la Semana Santa, del deporte, del fútbol, del Papa y la Iglesia...
Pero no dispongo de tanto tiempo ni de tanto espacio, al menos por ahora. Y por ser la primera vez, y una mera presentación, creo que vamos todos más que servidos. Así pues, niños y niñas, y con todo esto por delante, solamente me queda despedirme, desearme suerte a mí mismo, encantado de haber sido leído por quien fuere (sin discriminaciones y con mucho cariño, que conste) y simplemente acabar de una maldita vez, cerrando con una pregunta que se queda en el aire:
Visto lo visto, niños y niñas, ¿Existe alguna duda de que el hombre desciende del mono?
Lord Lasombra
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