06 julio 2005

Nigromancia rosa

Niños y niñas, esta vez vengo con buenas noticias (o al menos eso creo).

Y es que por fin he dado con el método idóneo para ganar dinero de manera fácil y rápida, sin incomodar a nadie y con la total aceptación del pueblo español, quien, en su infalible juicio, califica los actos ajenos (públicos y privados) como moralmente aceptables o no, en base a algo que hemos dado en llamar “sentido común”.

Decía que he hallado la solución a mis problemas económicos, y la comparto con vosotros porque, considerándome parte de la conciencia silenciosa de esta ciudad, creo que es mi deber ayudar a mis semejantes. Por eso, si existe ahí afuera algún alma emprendedora que necesite dinero urgentemente, que tome nota.

Basta con elegir al azar algún personaje famoso ya fallecido, inventar una copiosa lista de trapos sucios a cual más jugoso e irse a la televisión a ventilarlos con voz compungida y cara de póker. Da igual que lo que se diga sea cierto o no, a fin de cuentas a nadie le importa y, como dijo alguien, “la mierda vende”.

Confío en que la gran mayoría de vosotros habrá podido atrapar la fina y malintencionada ironía que destilaban estos párrafos. Por supuesto, lejos de mí la intención de hollar la memoria de un difunto. Pero, no sé, tenía ganas de empezar con sarcasmo. Lo siento, hoy tengo el día.
Hablando en serio, yo quiero saber . Yo inquiero. Desearía que alguien me explicase por qué demontre somos el único país de Europa dónde es absolutamente imprescindible ser un hortera o un impresentable para triunfar en los medios. (No cuento a los Estados Unidos porque eso ya les viene con la partida de nacimiento en la gran mayoría de los casos.) Mi viperina lengua es insaciable y ya dedicaré un articulo, en la extensión que se merece, al grueso de la telebasura de hoy. Pero, en este texto en particular, quisiera con el permiso del pueblo centrarme en el aspecto de los famosos difuntos, o “Como derrumbar cobarde e impunemente una leyenda ahora que no se puede defender”.

Por supuesto, este ataque va dirigido expresa y exclusivamente a los famosetes de medio pelo que lo son, irónicamente, porque nosotros los hemos puesto ahí, y no por méritos propios, y a la tan cacareada “prensa del corazón” que les ríe las gracias y los encumbra a la vez que los está crucificando, dejando al margen de mi embate a aquellos y aquellas que figuran en el panorama público porque su trabajo se lo ha posibilitado. Pero no es este, repito, el motivo que me lleva a desnudar los colmillos, sino la cobardía inherente a la venta de tramas públicas más o menos innecesarias con que nos alegran la vida en los medios.

Ahora está de moda atacar impune y vilmente a folklóricas fallecidas (precisamente en el aniversario de su muerte) con amantes secretos, divas desaparecidas cuyas asistentas se toman muy en serio eso de “el muerto al hoyo y el vivo al bollo” sin ningún respeto por aquellos familiares que puedan sentirse heridos, actores y actrices que ahora tienen un oscuro pasado de drogas y lujuria (que, francamente, muerto el afectado ni le duele ni nos importa) y todo parece apuntar a una nueva estratagema mediática dirigida a empañar la imagen pública y la cuasi leyenda que representan las victimas para vender más basura a los teleborregos que se la tragan sin chistar, contentos de tener polémica animando sus vidas para sentirse más realizados a la hora de poner los garbanzos en remojo o irse al bar a echar unas cañitas.

Es una estrategia perfecta: El objetivo no puede defenderse, el público no parece quejarse, y el Alto Mando que ordena o permite estos ataques cuenta en sus filas con expertos y reconocidos periodistas cuya integridad está fuera de toda duda: Ex - presidiarios cocainómanos con médicos privados que les racionan la dosis, insensibles investigadoras que ahondan en la herida de una hija muerta, personajes que parecen jugar a ver quien grita más alto, y por supuesto, la elevada dosis de intelectualismo que aportan los concursantes de Gran Hermano, por cierto, los que perdieron, porque los ganadores no parecen tener la necesidad de ganar dinero como sea. A ver si va a resultar que la pobreza provoca una ciega sed de fama cueste lo que cueste.

Asistimos, niños y niñas, a una disección selectiva retransmitida por televisión cada semana y no parece importarnos. El país parece haber retrocedido a los tiempos del César, donde el populacho rugía de ansia ante la inminente ejecución del gladiador, pero ya no tenemos “Pan y circo”, sino colesterol y chabacanería. ¿Pero que falta de respeto es ésta, atacar a los muertos para vender programas y hacerlo impunemente porque no se pueden defender? ¿A dónde vamos a llegar, me pregunto inquieto en el silencio de mi habitación?

Acaso vendrá, creo yo, porque desde la aparición en la pequeña pantalla de “Los Lunnis”, la audiencia infantil va camino, lentamente, de recuperar su inocencia, y ya no son consumidores en potencia de historias morbosas que no les importan. Por eso hay que ser innoble y agitar la parte más hedionda del alma de las masas: Si no podemos pervertirlos de pequeños, aprovechemos lo que queda de sus mayores. Porque es tan fácil y tan cómodo estar sentado en la tribuna de la acusación, apuñalar sin comedimiento ni piedad a cualquiera que pise el foso y encima vivir de eso... Asco, me da asco muchas veces la clase de personas que mandan en este país, quienes en teoría deberían dar ejemplo.

Llegados aquí, la pregunta de siempre, el corolario final a mis artículos, la interrogación abierta para las mentes despiertas de mis niños y niñas: Si cogiéramos al azar a cualquiera de esos periodistas del corazón, presentadores, o sin irnos tan alto, a cualquier vecina del bloque, chafardera y cotilla metomentodo como ella sola, icono viviente de la España de los rulos y la bata color rosa, y le hiciéramos lo mismo preguntándole acerca de los entresijos más íntimos de su familia, o de si era verdad que su abuelo tuvo un amante en el cuartel en la figura del nuevo cabo, o si es cierto que su madre se la pegó a su padre la noche de la verbena del barrio, digo, ésta persona que vive en sus carnes el doloroso trance de pasar de inquisidor a acusado nos miraría con abierto odio y nos preguntaría que a nosotros qué demonios nos importa su vida, y que quienes somos nosotros para hablar así de sus muertos. Y tendría toda la razón.

Pero, ¿Y quienes son ellos?

Lord Lasombra

2 comentario(s):

Anonymous Anónimo dijo...

Es increíble, todo eso no es indecente, pero que en los Lunnis salga una boda gay sí. Ya no hay criterio ni raciocinio.

06 julio, 2005 22:39  
Anonymous Anónimo dijo...

bueno tipo nd pasaba para decir q la pag es unas chotaaa.a
mall

besoss

21 marzo, 2006 18:06  

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